Rosita Mavila Florcita salía de la universidad y apresurada cruzaba el bosque para evitar encontrarse con esos malévolos obreros de construcción civil y la aporren con piropos, índices enhiestos, miradas de socavón, silbidos lujuriosos, chupetitos volados y otras artimañas sexuales.

Cada vez que mirábase al espejo, Rosita Mavila Florcita confirmaba, para su vanagloria, esa mortal belleza suya que hacía gemir de pasión babeante a esos trabajadores manuales, que no intelectuales.

Pero los años, las leyes y las manuelas, su ONG favorita, la convencieron de que la figura femenina no tenía por qué ser objeto de uso, de unos cuantos posesos del delito de la carne, al ver transitar unas finas caderas, gelatinosas nalgas o unos bamboleantes senos huyendo de las blusas, ya que la mujer, fue su conclusión: “solo ha nacido para ser admirada, más no mirada”.(¿?).

Así que un buen día para ella y malo para los mirones que pululan por cualesquiera calles, perversos y sádicos piropeadores, la doña llegó al congreso y propuso una ley que supera desde su concepción hasta su desarrollo, similares normas engendradas en Alemania, EE. UU, Francia y Tarapoto.

Maquiavélicos y astutos hombrecillos, se les acabó la mamadera, pues ahora la ley aprobada, aunque carezca de penas, pues estas ya duermen en el Código Civil, no les permitirá mandar besitos volados a nadie, ni ojeadas lechosas persistentes a flacas de duras piernas, menos a las congresistas feas que son las que más se pican, porque las bonitas se defienden solas.

Pero es justo decirlo que la norma también contribuye a la salud mental de los varones, pues obliga a que en la próxima temporada de playa, las mujeres solo podrán usar abrigos de visón y si es con un zorrito encima, mejor. O sea para mirar: ¡nada!.

Todo lo que nos hubiésemos evitado si las atenciones universitarias hubiesen sido dirigidas a Rosita Flor y no a su amiga que la acompañaba con una minifalda espectacular y ahí está la venganza pues. “Si no es a mí no es a nadie, ¡caracho!”.

@dantemeza1se

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